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El Misterio del Aureo Florecer: Capitulo 5.- El Yo Lascivo

EL YO LASCIVO

Brognoli esclarece muy instructivamente hasta qué extremo puede llegar la fuerza de formación de Yoes-Diablos, puede decirse ya ideo-plástica, o sea la representación sexual excitada por el órgano sexual.

“Habiéndome detenido en 1664 en Venecia, vino a verme el vicario general de un obispo del continente, a pedirme consejo sobre el siguiente caso”:

En un convento de monjas había una muy dada a los ayunos y abstinencia voluntarios. Aparte de ellos, era su agrado y placer la lectura de libros profanos que trataban de transformaciones, como las efectuadas por Circe y otras encantadoras, o bien por las antiguas divinidades, que convertían a los seres en animales, aves, serpientes y espíritus.

Cierta noche se apareció a ella la figura de un mozo extraordinariamente bello, y mientras lo contemplaba asombrada, le dijo:

¡No temas, mi querida hermana! ¿No eres tú aquella monja que gusta de los ayunos sobre toda medida? ¿Y no te has entregado a ellos de todo corazón?

Pues has de saber que soy el Ángel llamado Ayuno, y vengo a ti para darte las gracias y corresponder con igual amor al tuyo.

Antes fui hijo de un rey; pero como en mis años juveniles, en los que también tú te encuentras, amé y me entregué también por entero al ayuno, mi padre se enojó mucho, regañándome.

Mas yo, haciendo caso omiso a sus admoniciones, seguí haciendo mi voluntad hasta que él, lleno de cólera, me expulsó de palacio. Pero los dioses a los que yo veneraba reprobaron tal repudio, y acogiéndome, me transformaron en Ángel, y dándome el nombre de Ayuno, me otorgaron también la facultad de adoptar la forma de un joven, en la que me ves, y el don de no envejecer nunca.

Estoy además dotado de tal movilidad, que en tiempo indeciblemente breve puedo trasladarme de una a otra parte del mundo, yendo y viniendo invisible, pero mostrándome a quienes me aman.

Y así, habiéndome manifestado los dioses que me has destinado todo tu amor, vengo a tí a expresarte mi agradecimiento, y para permanecer contigo y servirte en todo según tu gusto.

Por esta causa he realizado hoy el gran viaje; déjame, pues, dormir esta noche en tu lecho, si te place. No temas de mi compañía pues soy amigo de la castidad y el pudor.

La monja, sumamente complacida y seducida por este discurso, admitió al ángel en su lecho. La primera noche todo fue bien; él no se movió. Pero la segunda comenzó a abrazarla y besarla, en muestra de agradecimiento y amor, no separándose de ella ni de día ni de noche, amonestándola para que no contase el secreto jamás a su confesor ni a nadie.

La servía con el mayor celo y diligencia y la seguía por doquier. Por fin, en el año 1664, al llegar la fecha del Jubileo, la monja fue asaltada por el arrepentimiento y lo descubrió todo a su confesor, quien le aconsejó expusiera el asunto en confesión también al vicario general del obispado, para que éste proveyera lo adecuado a fin de liberarla del maligno. Así, pues, aquel acudió a mí en busca de consejo”.

Resulta palmario que el Espíritu Lascivo Ayuno era un Yo proyectado tan vívidamente por la monja, que parecía ciertamente ser una persona diferente.

Tal Yo es ostensible que hubo de gestarse en el bajo vientre de la religiosa antes de la inusitada proyección.

El “ojo mágico del vientre” cargado de sustancia sexual es un intermediario plástico formidable.

Allí toman forma todas las ansias sexuales reprimidas; todos los deseos insatisfechos.