LA TRAGEDIA DE LOS INQUILINOS
Lanzar a la calle a los habitantes de una casa cuando el jefe de familia está enfermo es un delito.
Un jefe de familia enfermo no puede trabajar para pagar el alquiler de la casa y echarlo a la calle con toda su familia, es un crimen.
Sacar de su casa a una familia que no puede pagar la renta porque no tiene con que pagarla debido a enfermedad o falta de trabajo es criminoso.
Lanzar de la casa a una familia que ha tenido un fracaso económico y que por ello no puede pagar el alquiler de la casa, es delictuoso.
La vivienda es algo muy sagrado y es injusto sacar de su casa a los enfermos, a los que se encuentran sin trabajo, a los inválidos, a aquellos que han tenido algún fracaso económico y que por ello no pueden pagar el alquiler de la casa, etc., etc.
Todas las leyes que existen actualmente para controlar a los inquilinos, son injustas porque los creadores de tales leyes son propietarios de casas. Muchos legisladores son dueños de edificios y poseen hasta varios miles de casas que alquilan.
Es claro que aquellos que han creado las leyes sobre inquilinos, no han actuado justamente porque nadie puede ser juez y parte a la vez.
El legislador que crea una ley sobre inquilinato si es dueño de unas cuantas casas, creará la ley a su acomodo, de acuerdo con sus intereses egoístas, pues no será tan tonto como para poner el cuchillo en su mismo cuello.
En semejante circunstancia las leyes actuales son crueles con los inquilinos, inhumanas, monstruosas.
Realmente las leyes actuales están a favor de los caseros y en contra de los inquilinos.
Los caseros son los que han creado las leyes sobre inquilinato, los legisladores actuales son ricos caseros.
Ha llegado la hora de comprender la tragedia del pueblo; los inquilinos deben crear sindicatos y ligas de inquilinos, uniones de inquilinos.
La unión hace la fuerza; los inquilinos unidos pueden formar poderosos movimientos sociales capaces de transformar el mundo.
El Partido Socialista Cristiano Latinoamericano debe crear por doquiera uniones de inquilinos, ligas de inquilinos, sindicatos de inquilinos.
Las agrupaciones de inquilinos unidos deben luchar para salvar a las familias en desgracia cuando los actuarios quieren lanzarlas a la calle.
Es necesario que los caseros sepan aguardar a los inquilinos honrados, ellos pueden pagar el alquiler de la casa si se les da la oportunidad.
Que se lance a la calle a quienes no tienen familia y malgastan el dinero en toda clase de vicios y placeres.
Que se lance a la calle a los tramposos y malvados que tienen dinero y no quieren pagar.
Es injusto lanzar a la calle a las gentes honradas por el sólo delito de no poder pagar el alquiler de la casa.
Que las autoridades investiguen primero y muy bien no solo el nombre y apellido del inquilino, sino su vida privada, sus costumbres, su oficio, etc., antes de lanzarlos a la calle.
Los gobiernos deben proteger a los inquilinos y no estar en contra de los inquilinos.
Todo ser viviente necesita protección, este ejemplo nos lo da la naturaleza, los padres protegen a sus hijos.
El sol protege a la tierra con su vida; toda madre defiende y alimenta sus hijos.
Es muy grave que los gobiernos en vez de defender a las pobres gentes que no pueden pagar el alquiler de la casa, envíen sus esbirros para lanzarlas a la calle.
Es horrible contemplar en las grandes ciudades casos insólitos de horribles injusticias.
Millares de personas pobres de solemnidad han sido sacadas a la fuerza de sus casas humildes con el propósito de crear en la zona que ocupan elegantes colonias residenciales para gente pudiente.
Esas pobres gentes por lo común se sitúan en algún otro lugar de las grandes ciudades y construyen sus nuevas viviendas con paredes de cartones y latas.
Cuando hemos visitado tales ciudades, nuestros amigos han procurado alejarnos de tales sitios de desnudez y miseria y siempre con bonitas palabras prefieren mostrarnos las suntuosas residencias y zonas de gente rica.
Por más que se intente tapar la miseria de los pobres inquilinos, allí está ella pidiendo justicia al cielo.
Y esta lacra social existe lo mismo en Moscú que en New York, lo mismo en México que en París, es totalmente mundial.
Mientras existan caseros legislando existirá la tragedia de los inquilinos. Es necesario que los inquilinos unidos luchen por sus derechos, sólo así podrán defenderse de la tiranía de los caseros.
El yo egoísta de los caseros es cruel y despiadado con tal de llenar la bolsa con dinero y más dinero, no tienen el menor inconveniente en arrojar a la calle a los hambrientos, enfermos e infelices inquilinos.
La codicia de los caseros no tiene límite, el yo codicioso quiere siempre subir más y más el precio del alquiler de la vivienda sin importarle un comino el sacrificio de los inquilinos.
La astucia de los caseros en vez de disminuir aumenta espantosamente y se combina con la crueldad.
Si alguna pobre viuda llena de hijos sólo tiene dinero para pagar por adelantado el primer mes de alquiler de una casa, está irremediablemente perdida porque el casero exige dos meses por anticipado, fiador y documento.
Muchas pobres madres de familia han muerto de frío en los parques de las grandes ciudades.
El yo de cada casero es cruel y despiadado, no tiene compasión, no conoce los principios más elementales de la Caridad Universal.
En estas circunstancias sólo le queda a los inquilinos un solo camino: unirse, trabajar unidos en lucha contra los caseros hasta vencerlos.
Es necesario que los hombres de buena voluntad trabajen por el bien común difundiendo esta doctrina del Cristo Social, haciendo publicaciones, organizando grupos de inquilinos, fundar ligas de inquilinos, uniones, sindicatos, etc., etc., etc.