EL AMOR PROPIO
Todos los seres humanos en el fondo somos narcisistas enamorados de sí mismos; observad a un cantante en el escenario del teatro; está locamente enamorado de sí mismo, se adora, se idolatra y cuando le llueven los aplausos, llega al clímax de su auto-adoración pues eso es precisamente lo que él quiere, lo que anhela, lo que aguarda con sed infinita.
Mucho se habla sobre la vanidad femenina. Realmente la vanidad es la viva manifestación del amor propio. La mujer ante el espejo es un narciso completo adorándose a sí misma, idolatrándose con locura.
La mujer se adorna lo mejor que puede, se pinta, se encrespa el cabello con el único fin de que los demás digan: Eres hermosa, eres bella, divina, etc. El yo siempre goza cuando la gente lo admira, el yo se adorna para que otros le adoren.
El yo se cree bello, puro, inefable, santo, virtuoso, etc., nadie se cree malo, todas las gentes se auto-consideran buenas y justas.
El amor propio es algo terrible. Los fanáticos del materialismo no aceptan las dimensiones superiores del espacio por amor propio. Se quieren mucho a sí mismos y como es natural exigen que las dimensiones superiores del espacio, y todo el cosmos, y toda villa ultrasensible, etc., se les someta a sus caprichos personales, no son capaces de ir más allá de sí mismos, más allá de su querido ego, más allá de su estrecho criterio, y de sus teorías, supuestos mentales, preceptos, etc.
Observemos los niños durante sus primeros tres o cuatro años de vida; todos son bellos... adorables... hermosos porque aún no se ha manifestado en ellos el asqueante yo. En ellos sólo se manifiesta la esencia anímica con toda su bondad.
Cuando el ego comienza a controlar la personalidad del niño, la belleza espontánea desaparece, entonces comienza la sobre-estimación del querido ego y el niño sueña con dominar el mundo y llegar a ser el más poderoso de la tierra.
La muerte no resuelve el problema fatal del ego, éste continúa en nuestros descendientes.
“Todo va, todo vuelve; la rueda de la existencia gira eternalmente, todo muere, todo vuelve a florecer; eternamente corren los años de la existencia”.
“Todo se destruye, todo se reconstruye de nuevo, eternalmente construye la misma casa de la existencia”. “Todo se separa, todo se encuentra de nuevo; el anillo de la existencia permanece fiel a sí mismo”. “La existencia principia a cada hora”; alrededor de cada “Aquí” gira la esfera del “Allá” el centro está en todas partes, tortuoso es el camino de la eternidad”. (Nietzche)
Sólo la muerte del yo puede resolver el problema del dolor humano pero el yo se ama a sí mismo y no quiere morir de ninguna manera, mientras el yo exista girará la rueda de Samsara, la rueda fatal de la tragedia humana.
Cuando realmente estamos enamorados renunciamos al yo, pero es muy raro hallar en la vida a alguien verdaderamente enamorado, todos están apasionados y eso no es amor. Las gentes se apasionan cuando se encuentran con alguien que les guste, cuando descubren en otra persona sus mismos errores, cualidades y defectos; entonces el ser amado les sirve de espejo donde pueden contemplarse totalmente, realmente no están enamorados del ser amado, sólo están enamorados de sí mismos y gozan viéndose en el espejo del ser amado, ahí se han encontrado y suponen entonces que están enamorados. El yo goza ante el espejo de cristal o se siente feliz mirándose a sí mismo en la persona que tiene sus mismas cualidades, virtudes y defectos.
Mucho es lo que hablan los predicadores sobre la verdad, pero ¿es acaso posible conocer la verdad cuando existe en nosotros amor propio?.
Sólo acabando con el amor propio, sólo con la mente libre de supuestos podemos experimentar en ausencia del yo, eso, eso que es la verdad.
Conocimos a un hombre que estuvo en carne y hueso en el planeta Venus por varios días, ese hombre no es un erudito, es tan sólo un humilde mecánico.
Nosotros leímos su maravilloso libro titulado: “Yo estuve en el planeta Venus”.
Todo lo que este hombre privilegiado cuenta, es formidable, extraordinario.
La civilización venusta es puro Socialismo Cristiano llevado a la práctica. La técnica venusina, la ciencia, las artes, la religiosidad realmente nos llevan millones de años adelante. ¡Cuán lejos estamos nosotros de llegar a semejantes alturas!.
El hombre narró simple y llanamente todo lo que le sucedió, todo lo que vio. Empero, como siempre, los seudo-sapientes se rieron de él por el delito de no coincidir los relatos, con los supuestos mentales y complicadas teorías, que éstos tienen en su memoria.
No fueron los eruditos capaces de escuchar con mente espontánea, libre de supuestos mentales, teorías, preconceptos, etc. No fueron capaces de abrirse a lo nuevo con mente íntegra, con mente no dividida por el batallar de las antítesis.
Los eruditos sólo escucharon para comparar lo que escuchaban con sus supuestos almacenados en la memoria. Los eruditos escucharon para traducir de acuerdo con su lenguaje de prejuicios y preconceptos y llegar a la conclusión de que lo que el hombre narraba era fantasía. Así son siempre los eruditos, sus mentes están ya tan degeneradas que nos son capaces de descubrir lo nuevo.
Realmente este hombre estuvo en Venus, nosotros lo visitamos en su casa y platicamos durante tres horas con él. Lo que narra es maravilloso.
Viajando rumbo al norte de México conduciendo un automóvil con pasajeros norteamericanos tuvo que vivir las peripecias más extraordinarias que hombre alguno ha vivido en esta raza aria.
Se dañó la máquina en el camino y los pasajeros se fueron en busca de una grúa para transportarla. En la soledad sucedió lo maravilloso, fue el hombre visitado por dos venusinos de mediana estatura que después de prepararlo con una plática deliciosa lo condujeron por entre la montaña al lugar secreto donde estaba su nave cósmica. El hombre de nuestro relato entró en la nave y fue llevado al planeta Venus donde estuvo viviendo varios días.
Este hombre ha relatado simple y llanamente lo que le sucedió, no es científico y por eso no habla como científico; algunos sabios tomaron muestras de tierra y de plantas en el lugar donde él dice haber encontrado la nave, y con asombro descubrieron un extraño desorden molecular fuera de lo normal en dichas plantas y tierra, los exámenes de laboratorio comprobaron hasta la saciedad la realidad de una máquina fuera de lo normal que estuvo en dicho paraje, empero los necios a pesar de todo se ríen porque el relato no coincide con los prejuicios y teorías de su querido ego.
El yo en su soberbia quiere que todo coincida con sus teorías y supuestos mentales, el yo quiere que todos sus caprichos se cumplan y que el cosmos en su totalidad se someta a sus experimentos de laboratorio.
El ego aborrece mortalmente a todo aquél que le hiera el amor propio.
El ego adora sus teorías y preconceptos.
Muchas veces aborrecemos a alguien sin motivo alguno; ¿Porqué?, Sencillamente os lo diré querido lector, porque ese alguien personifica algunos errores que nosotros cargamos bien escondidos, y no nos puede gustar que otro los exhiba, realmente los errores que a otros endilgamos los llevamos nosotros muy adentro.
Nadie es perfecto en este mundo, todos nosotros estamos cortados con la misma tijera, cada uno de nosotros es un mal caracol entre el seno de la Gran Realidad.
Quien no tiene un defecto en determinada dirección, lo tiene en otra dirección, algunos no codician dinero pero codician amores, fama, honores, cariño, etc., otros no adulteran con la mujer ajena pero gozan adulterando doctrinas, mezclando credos en nombre de la fraternidad universal.
Algunos no celan la mujer propia, pero celan amistades, credos, sectas, cosas, etc., etc., etc., así somos los seres humanos, cortaditos siempre con la misma tijera.
No hay ser humano que no se adore a sí mismo, nosotros hemos escuchado a individuos que gozan horas y horas enteras hablando de sí mismos, de sus maravillas, de su talento, de sus virtudes, etc., etc., etc.
El ego se quiere tanto a sí mismo, que llega a envidiar el bien ajeno, las mujeres se engalanan con muchas cosas en parte por vanidad femenina y en parte por despertar la envidia de las demás mujeres, todas envidian a todas, todas envidian el vestido ajeno, el bonito collar, la hermosa pulsera, etc., todas se adoran a sí mismas y no quieren verse por debajo de las demás, son narcisistas cien por cien.
Algunos seudo esoteristas o seudo ocultistas, o hermanos de muchas sectas se adoran tanto a sí mismos, que han llegado a creerse pozos de humildad y santidad, se sienten orgullosos de su propia humildad; son terriblemente orgullosos.
No hay hermanito o hermanita seudo ocultista, espiritualista, o seudo Esoterista que en el fondo no presuma de santidad, esplendor y belleza espiritual.
Ningún hermanito o hermanita espiritualista se cree malo o perverso, todos presumen de santos y perfectos, aún cuando realmente sean no solamente malos, sino además perversos.
El querido ego (yo), se adora demasiado a sí mismo y presume aun cuando no lo diga, de bueno y perfecto.