• Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Platillos Voladores: Capítulo 3.- El Hombre que fue a Venus

EL HOMBRE QUE FUE A VENUS

Nosotros conocernos personalmente a SALVADOR VILLANUEVA MEDINA el hombre que fue a Venus. Salvador no tiene nada de fantástico ni de desequilibrado. Salvador ha sido examinado por los psiquiatras y ellos han llegado a la conclusión de que éste es un hombre normal, mentalmente equilibrado.

Salvador no vive de su extraordinaria aventura ni tampoco del libro que escribió titulado “YO ESTUVE EN EL PLANETA VENUS”. Este caballero ahora es mecánico de profesión, arregla automóviles, de eso vive, nosotros mismos hemos estado en su taller viéndolo trabajar, es práctico ciento por ciento. El domicilio de este caballero lo reservamos por no tener autorización para darlo en un impreso.

Nosotros sólo nos limitamos a dos cosas: Primera, dar testimonio de que este es un hombre absolutamente cuerdo dedicado a su trabajo y a su familia. Segunda, que este hombre pasó por una aventura formidable pero que no vive en ella.

Salvador Villanueva Medina cuenta lo que pasó y esto le ha costado muchos sufrimientos porque los bribones, los escépticos de siempre, los imbéciles han hecho escarnio de él.

Salvador estuvo en Venus fuera de toda duda y cumple con el deber de informar a sus semejantes aunque éstos se burlen de él. El que ríe de lo que desconoce está en el camino de ser idiota.

En la segunda decena del mes de agosto de 1953 Salvador conduciendo un automóvil rumbo a Laredo en el que llevaba unos “gringos” que deseaban regresar a su país tuvo que pasar por las peripecias más tremendas. El carro se dañó, sus acompañantes decidieron regresar a un pueblo cercano en busca de una grúa. Entre tanto en el silencio de la noche Salvador se metió debajo del coche con el propósito de arreglarlo.

Cuando intentó salir de debajo del automóvil oyó que alguien se acercaba, pues se escuchaban pasos en la carretera. Una voz extraña le preguntó en perfecto español, ¿qué le pasa al coche? Salvador no contestó. Se encontró frente al hombre extrañamente vestido, de pequeña estatura un metro con veinte centímetros aproximadamente.

El extraño uniforme del visitante, el rostro tan blanco como el marfil, el pelo largo platinado y ondulado cayendo sobre sus hombros, la perfección de su rostro, etc., sorprendieron tremendamente a Salvador.

Cuenta Salvador que este extraño visitante llevaba un cinturón con perforaciones de las cuales salían extrañas luces.

Salvador sólo se limitó a preguntarle al misterioso personaje si era aviador. El personaje contestó que su avión, como nosotros lo llamamos, estaba a poca distancia. Dichas estas palabras el personaje se metió entre la montaña. Cuenta Salvador que después de este suceso resolvió dormir tranquilamente entre su carro.

No había pasado mucho tiempo cuando fue despertado por fuertes golpes dados en el vidrio de la puerta delantera del lado derecho. Salvador abrió su puerta y fue grande su sorpresa al encontrar al conocido que venía ahora en compañía de otro individuo semejante. Salvador los hizo entrar en su carro y platicó con ellos ampliamente.

Aquellos personajes dijeron venir de Venus y dieron muchos datos sobre este planeta.

Dijeron que en Venus las calles se prolongaban sin fin llenas todas de pasos a desnivel para evitar accidentes.

En Venus los vehículos no consumen combustibles ni vegetales ni minerales, pues son perjudiciales para los organismos. Los venusinos utilizan la energía solar para propulsar sus vehículos.

Le dijeron que las banquetas, andenes o aceras de las calles no están quietas pues están organizadas en forma de bandas metálicas que se mueven y ahorran esfuerzos a los tranceuntes y que la gente jamás ocupa el arroyo de la calle pues éste es metálico y conductor de la fuerza solar con que se impulsan todos los vehículos.

Dijeron los venusinos que ellos en su mundo tenían un sólo mar pero que era éste, tres veces más profundo que los nuestros.

Salvador aseveró que según nuestros sabios terrestres ningún otro planeta puede tener habitantes racionales.

Los venusinos contestaron: ¿qué les hace pensar tal cosa? ¿Acaso los deficientes medios de que disponen para hacer sus cálculos? ¿No les parece demasiada pretensión creer que son los únicos seres que pueblan el Universo?

Aquellos venusinos informaron ampliamente a Salvador sobre la vida de Venus. Disiparon sus dudas explicándole que ellos se habían criado en Venus mediante sistemas científicos especiales, un clima artificial uniforme o benigno convirtiendo así su mundo en una morada deliciosa.

Explicaron que en Venus los niños no vagan por las calles, que el Gobierno los controla hasta que alcanzan la edad adecuada, que se les clasifica de acuerdo con sus cualidades físicas y mentales y se les asigna determinado lugar donde hacen falta.

Explicaron estos venusinos que del mar sacan todos los elementos necesarios para construir edificios, confeccionar ropa, fabricar vehículos y un sesenta o más del porcentaje de su alimentación.

Dijeron que sus barcos lo mismo pueden estar en el aire que en el agua y que en el fondo del mar existen gigantescas fábricas encargadas de seleccionar y aprovechar científicamente el pescado para su alimentación.

Afirmaron los venusinos que aquí en nuestro planeta tierra se quedan algunos de ellos vestidos de paisano con el propósito de estudiar a la humanidad de nuestro planeta. Dicen ellos que la etapa histórica por la que nosotros los terrícolas estamos atravesando ahora, la vivieron ellos hace muchos miles de años. Ellos también conocieron las guerras, los líderes astutos de la política hasta que al fin nació la fraternidad. Hoy en día no tienen banderas. Han hecho de su mundo una sola Patria y están gobernados por sabios que solo se limitan a aconsejarlos con sabiduría y amor.

Salvador fue invitado por los venusinos a comprobar la realidad de esas afirmaciones. Salió del coche tras los dos hombres. Se metió con ellos entre la montaña y encontró una majestuosa nave en figura de esfera achatada que se apoyaba en tres boyas que formaban triángulo. Dice Salvador que dicha nave tenía en la parte superior, un cable ligeramente inclinado hacia dentro, como de un metro de altura, circundado de agujeros que semejaban ojos de buey como los que se usan en los barcos.

Salvador penetró tras de sus acompañantes en el interior de la formidable nave cósmica que según palabras de Salvador parecía una impresionante fortaleza.

Cinco días estuvo viviendo Salvador en el Planeta Venus y regresó a la Tierra después de haber verificado la realidad de todas estas afirmaciones hechas por los venusinos.

La civilización venusina es millones de veces más avanzada que la de nosotros los orgullosos terrícolas.

Salvador relata lo que vio, nosotros nos limitamos a comentarlo. La Casa Phillips examinó muestras de tierra y de plantas recogidas en el lugar donde Salvador encontró la nave y se descubrió un desorden atómico muy extraño de esas muestras. También se fotografió el lugar pues allí quedaron las huellas de la nave. El sabio Adamski dictó una conferencia sobre este tema en el Teatro “Insurgentes” de México. Una comisión alemana de científicos se interesó por la cuestión y visitó a Salvador y estudió en el terreno de los acontecimientos. No ha quedado duda alguna, empero, los imbéciles se seguirán riendo como siempre porque son imbéciles.