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Mensaje de Navidad 1965-1966: Capitulo 9.- El Yo y el Ser

EL YO Y EL SER

En materia de Psicología debemos hacer una diferenciación exacta entre el Yo y el Ser. El Yo no es el Ser, ni el Ser es el Yo; todo el mundo dice: mi Ser, piensa en su Ser, pero no sabe que cosa es el Ser y lo confunde con el Yo.

Cuando golpeamos una puerta, si alguien nos interroga diciendo ¿Quién es el que golpea? Nosotros contestamos siempre diciendo: Yo. En esto no cometemos error y la respuesta es exacta, pero cuando decimos: Todo mi ser está triste, enfermo, abatido, etc., entonces sí erramos torpemente por que el pobre animal intelectual falsamente llamado hombre, todavía no posee el Ser.

Sólo el Ser puede hacer y el hombre máquina, el pobre animal intelectual no es capaz de hacer nada, todo le sucede, es un simple juguete mecánico movido por fuerzas que desconoce. El animal intelectual tiene la ilusión de que hace, pero en verdad nada hace, todo se sucede a través de él. Nos pegan y reaccionamos pegando, nos acosan por el pago del alquiler de la casa y reaccionamos buscando dinero con ansiedad, alguien nos hiere el amor propio y reaccionamos cometiendo locura, etc., etc., etc.

El pobre animal intelectual es siempre víctima de las circunstancias, no es capaz de originar conscientemente las circunstancias pero cree equivocadamente que sí las origina. Realmente sólo el Ser (el Intimo), puede determinar conscientemente las circunstancias, pero por desgracia el animal intelectual falsamente llamado hombre no posee todavía el Ser (el Intimo)

Muchos estudiantes de escuelas pseudo-esotéricas y pseudo-ocultistas, llenos de refinadas ambiciones metafísicas, cometen el error de dividir a su querido Yo en dos mitades arbitrarias y absurdas. A la primera mitad la califican de Yo Superior y a la segunda mitad la miran despectivamente diciendo, ese es el Yo Inferior. Lo más curioso de todo esto, lo más cómico y trágico a la vez, es ver a ese desdichado Yo Inferior luchando desesperadamente por evolucionar y perfeccionarse para conseguir algún día la ansiada unión con el Yo Superior.

Es ridícula la pobre mente del animal intelectual fabricando el Yo Superior, confiriéndole atributos divinos, dándole poderes arbitrarios para controlar la mente y el corazón. El mismo Yo dividiéndose en dos, el mismo Yo queriendo mezclarse después de haberse dividido en dos, el mismo Yo separándose y queriéndose juntar nuevamente. Las ambiciones del Yo no tienen límites, quiere y desea hacerse Maestro, Deva, Dios, etc., etc.

El Yo se divide en dos para volver a juntarse y ser uno, así cree equivocadamente el Yo que puede ver colmada sus ambiciones súper-divinas. Todas estas tretas del Yo son finos engaños de la mente, tonterías sin valor alguno, La mente fabrica el cómico Yo Superior a su gusto, y lo viste de Mahatma y le pone un sonoro nombre y luego se auto-engrandece cayendo en la mitomanía.

Conocimos el caso de un mitómano que se dejó crecer la barba y el cabello, se vistió con una túnica jesucristiana y le dijo a todo el mundo que él era nada menos que la misma reencarnación de Jesucristo, naturalmente fueron muchos los imbéciles que no solamente le adoraron sino que todavía le siguen adorando.

La mente al tener el mal gusto de crearse el Yo Superior como un ente separado y súper-divino, suele falsear la realidad suponiendo equivocadamente que dicho ente es el Ser, el Intimo, lo Real. Quiere la mente arbitrariamente que el Yo Superior fabricado por ella sea el Ser, y le atribuye estúpidamente cosas fabricadas por ella, cosas que nada tienen que ver con el Ser. Estas tonterías de la mente son parecidas a la falsificación de monedas, la mente falsifica un falso ser, dicho billete falso es el Yo Superior. Los mitómanos tienen un amor propio terrible y espantoso, viven muy apegados a sí mismos, adoran su billete falso, su tan cacareado Yo Superior.

Todo mitómano es un psicópata ridículo, todo mitómano se sobrestima excesivamente y se auto-considera todo un dios que las gentes están obligadas a adorar. No todos los que fabrican un Yo Superior caen en la mitomanía, abundan los fanáticos que no son mitómanos y sólo aspiran a evolucionar para llegar a la unión con el Yo Superior.

Esos fanáticos nos se comen un pedazo de carne ni se beben un vaso de vino y critican espantosamente a todo aquel que se come un pedacito de carne o tenga una copa de vino en su mano listo para hacer un brindis. Esos fanáticos son insoportables, por lo común son vegetarianos ciento por ciento, se creen a sí mismos muy santos pero en la casa son crueles con la mujer, con los hijos, etc. A esas gentes les encanta fornicar, adulterar, codiciar, ambicionar; pero ellos se creen muy santos.

La mente sólo sirve de estorbo al Ser (el Intimo), nada sabe sobre lo Real, si el pensamiento conociera lo Real, el Intimo, el Ser, ya todas las gentes serían comprensivas. Sólo a través de la meditación profunda podemos experimentar el Ser, el Íntimo. La experiencia del Ser, el Íntimo nos transforma radicalmente, los mitómanos suelen falsificar dicha experiencia con auto-proyecciones mentales inconscientes que luego se apresuran a relatarle a todo el mundo. Los mitómanos suelen ser víctimas de los auto-engaños y creyéndose dioses aspiran a que todo el mundo les adore.

Es completamente imposible experimentar el Ser, el Íntimo, lo Real, sin haber llegado a ser verdaderos Maestros técnicos y científicos de esa ciencia misteriosa llamada meditación. Es completamente imposible experimentar el Ser, el Íntimo, lo Real, sin haber llegado a una verdadera maestría en eso de la quietud y silencio de la mente. Empero no debemos auto-engañarnos y confundir gato con liebre, el Yo también ambiciona y codicia esos silencios y hasta se los fabrica artificialmente.

Necesitamos durante la meditación profunda, quietud y silencio total de la mente, mas no necesitamos esa quietud y ese silencio falso fabricado por el Yo, no debemos olvidar que el diablo diciendo misa, suele engañar a las gentes más astutas. Es lógico decir que si queremos silenciar a la mente a la fuerza, a la brava, y si queremos aquietarla torturándola y amarrándola movidos por la codicia de experimentar el Ser, sólo conseguiremos artificiosos silencios y arbitrarias quietudes producidas por el Yo. Quien de verdad quiera un legítimo silencio y no un falso silencio, una verdadera quietud y no una falsa quietud, lo mejor que debe hacer es ser íntegro, no cometer el error de dividirse a sí mismo entre sujeto y objeto. Pensador y pensamiento, Yo y no Yo, controlador y controlado, Yo Superior y Yo Inferior, Yo y mi pensamiento, etc., etc.

Saber meditar es estar en el camino de la iluminación interior, si queremos aprender a meditar debemos comprender que no existe diferencia alguna entre Yo y mi pensamiento, es decir, entre pensador y pensamiento.

La mente humana no es el cerebro, el cerebro está hecho para elaborar el pensamiento pero no es el pensamiento; la mente es energética y sutil, mas nosotros cometemos el error de auto-dividirnos en millares de pequeños fragmentos mentales, que en su conjunto componen eso que es la legión del Yo Pluralizado. Cuando tratamos de unir todos estos fragmentos mentales durante la meditación con el sano propósito de ser íntegros, entonces todos estos fragmentos forman otro gran fragmento con el que tenemos que luchar haciéndose entonces imposible la quietud y silencio de la mente.

No debemos dividirnos mediante la meditación entre Yo Superior y Yo Inferior; Yo y mis pensamientos. Mi mente y Yo, porque la mente y el Yo, mis pensamientos y Yo, son todo uno, el Ego, el Yo Pluralizado, el Sí mismo, etc., etc.

Cuando comprendemos de verdad que el tal Yo Superior y el Yo Inferior, así como mis pensamientos y Yo, etc., son todo el Ego, el Mí mismo, es claro que por comprensión de fondo nos libertamos del pensamiento dualista, y la mente queda entonces quieta de verdad y en profundo silencio. Sólo cuando la mente está quieta realmente, sólo cuando la mente está en verdadero silencio, podemos experimentar eso que es la Realidad, eso que es la Realidad, eso que es el Ser auténtico, el Intimo.

Mientras la mente está embotellada entre el dualismo, es totalmente imposible ser íntegros. La Esencia de la mente (el Buddhata), es preciosísima pero desgraciadamente está enfrascada entre el batallar de las antítesis. Cuando la Esencia de la mente se escapa durante la meditación de entre la botella de los opuestos, podemos experimentar lo Real, el Ser, el Intimo. Hay dualismo cuando yo trato de reunir todos los fragmentos de mi mente en uno sólo. Hay dualismo cuando mi mente es esclava del bien y del mal, del frío y del calor, de lo grande y de lo chico, de lo agradable y de lo desagradable, del sí y del no, etc. hay dualismo también cuando nos dividimos entre Yo Superior y Yo Inferior y aspiramos a que el Yo Superior nos controle durante la meditación.

Quien alguna vez ha experimentado el Ser durante la meditación, queda curado para siempre del peligro de caer en la mitomanía. El Ser, el Íntimo, lo Real es totalmente distinto a eso que los pseudo-esoteristas y pseudo-ocultistas llaman Yo Superior o Yo Divino. La experiencia de lo Real es completamente diferente, distinta a todo aquello que la mente ha experimentado alguna vez. La experiencia de lo Real no puede ser comunicada a nadie porque no se parece a nada de lo que la mente ha experimentado antes. Cuando uno ha experimentado lo Real comprende entonces muy profundamente, el estado desastroso en que se encuentra y sólo aspira a conocerse a sí mismo sin desear ser más de lo que es.

Hoy por hoy, el pobre animal intelectual falsamente llamado hombre, solo tiene dentro un elemento útil, dicho elemento es el Buddhata, la Esencia de la mente, con la cual podemos experimentar el Ser, el Intimo, lo Real. Este precioso elemento está metido entre la botella del intelecto animal. Cuando durante la meditación interior profunda queda la mente totalmente quieta y en absoluto silencio por dentro y por fuera, no solamente en el nivel superficial, sino también en todos los distintos pasillos, estratos, zonas y terrenos subconscientes, entonces la Esencia; el precioso elemento, se escapa de la botella y se fusiona con el Ser, con el Intimo, para experimentar lo Real