LA AUTO‑REFLEXIÓN
No olvidemos que lo exterior es tan solo la reflexión de lo interior, eso ya lo dijo Emmanuel Kant, el filósofo de Königsberg. Si estudiamos cuidadosamente «la Crítica de la Razón Pura», descubrimos ciertamente que lo exterior es lo interior, palabras textuales de uno de los grandes pensadores de todos los tiempos.
La imagen exterior del hombre y las circunstancias que le rodean son el resultado de la auto‑imagen. Todos tenemos una auto‑imagen; esta palabra compuesta, "auto" e "imagen", es profundamente significativa.
Precisamente, me viene a la memoria en estos momentos la fotografía aquella de Santiago. Se le saca una fotografía a nuestro amigo Santiago y como cosa curiosa, salen dos Santiagos: uno muy quieto, en posición de firmes, con el rostro hacia el frente; el otro, aparece caminando frente a él con el rostro en forma diferente, etcétera. ¿Cómo es posible que en una foto salgan dos Santiagos?.
Yo creo que esta foto vale la pena ampliarla, porque puede servir para mostrarla a todas las personas que se interesan por estos estudios. Obviamente, pienso que el segundo Santiago sería la auto‑reflexión del primer Santiago, eso es obvio; porque escrito está que la imagen exterior del hombre y las circunstancias que le rodean, son el resultado de la auto‑imagen.
También está escrito que lo exterior es tan solo la reflexión de lo interior. Así es que si nosotros no nos respetamos, si la imagen interior de nosotros mismos es muy pobre, si estamos llenos de defectos psicológicos, de lacras morales, incuestionablemente, surgirán eventos desagradables en el mundo exterior, como dificultades económicas, sociales, etc. No olvidemos que la imagen exterior del hombre y las circunstancias que le rodean, son el resultado de su auto‑imagen.
Todos tenemos una auto‑imagen y fuera existe la imagen física que puede ser fotografiada, pero dentro tenemos otra imagen. Para aclarar mejor, diremos que fuera tenemos la imagen física y sensible y dentro tenemos la imagen de tipo psicológico e hipersensible.
Si afuera tenemos una imagen pobre y miserable y si a esta imagen le acompañan circunstancias desagradables, una situación económica difícil, problemas de toda especie, conflictos, ya sea en la casa, en el trabajo, en la calle, etc., esto se debe sencillamente a que nuestra imagen psicológica es pobre, defectuosa y horripilante; y en el medio ambiente reflejamos nuestra miseria, nuestra nadidad, lo que somos.
Si queremos cambiar, necesitamos un cambio total y magno. Imagen, valores e identidad, deben cambiar radicalmente.
En varias de mis obras he dicho que cada uno de nosotros es un punto matemático en el espacio y que accede a servir de vehículo a determinadas sumas de valores. Algunos sirven de vehículos a valores geniales y otros podrán servir de vehículos a valores mediocres; por eso, cada cual es cada cual. La mayor parte de los seres humanos sirven de vehículo a los valores del ego, del yo. Estos valores pueden ser óptimos o negativos. Así que imagen, valores e identidad son un todo único.
Digo que debemos pasar por una transformación radical y afirmo en forma enfática que identidad, valores e imagen, deben ser cambiados totalmente.
Necesitamos una nueva identidad, nuevos valores y nueva imagen, esto es revolución psicológica, revolución íntima. Es absurdo continuar dentro del círculo vicioso en el que actualmente nos movemos. Necesitamos cambiar integralmente.
La auto‑imagen de un hombre da origen a su imagen exterior. Al decir auto‑imagen, me refiero a la imagen psicológica que tenemos dentro. ¿Cuál será nuestra imagen psicológica? ¿Será la del iracundo, la del codicioso, la del lujurioso, la del envidioso, la del orgulloso, la del perezoso, la del glotón, o qué? Cualquiera que sea la imagen que de sí mismos tengamos, o mejor dijéramos, la auto‑imagen, dará origen como es natural, a la imagen exterior.
La imagen exterior, aunque esté muy bien vestida, podría ser pobre. ¿Es acaso bella la imagen de un orgulloso, de alguien que se ha vuelto insoportable, que no tiene un grano de humildad? ¿Es acaso agradable la imagen de un lujurioso? ¿Cómo actúa un lujurioso, cómo vive, qué aspecto presenta su recámara, cuál es su comportamiento en la vida íntima con el sexo opuesto, o tal vez está ya degenerado? ¿Cuál sería la imagen externa de un envidioso, de alguien que sufre por el bienestar del prójimo y que en secreto hace daño a los otros por envidia? ¿Cuál es la imagen de un perezoso que no quiere trabajar y que está sucio y abominable? ¿Y la de un glotón?...
Así que en verdad, la imagen exterior es el resultado de la imagen interior y esto es irrefutable.
Si un hombre aprende a respetarse a sí mismo, cambia su vida, no solamente dentro del terreno de la Ética o del de la Psicología, sino también dentro del terreno social, económico y hasta político. Pero hay que cambiar. Por eso, insisto que identidad, valores e imagen deben ser cambiados.
La identidad, valores e imagen actuales que de sí mismos tenemos son miserables. Debido a eso la vida social está llena de conflictos y problemas económicos. Nadie es feliz por estos tiempos, nadie es dichoso. Pero, ¿se podrían cambiar la imagen, valores y la identidad que tenemos? ¿Podríamos asumir una nueva identidad, nuevos valores, nueva imagen? Afirmo claramente que sí es posible.
Incuestionablemente, necesitaríamos desintegrar el ego. Todos tenemos un yo. Cuando golpeamos en una puerta se nos pregunta ¿Quién es? Respondemos: ¡yo! Pero, ¿quién es ese yo, quién es ese mí mismo?.
En realidad de verdad, el ego es una suma de valores negativos y positivos. Podríamos desintegrar el ego, acabar con esos valores positivos y negativos y entonces podríamos servir de vehículo a nuevos valores, a los valores del Ser. Pero en este caso necesitamos de una nueva didáctica si es que queremos eliminar todos los valores que tenemos actualmente, para provocar un cambio.