EL PSICOANÁLISIS
La didáctica que existe para conocer y eliminar los valores positivos y negativos que cargamos dentro, existe, y se llama Psicoanálisis íntimo.
Es necesario apelar al psicoanálisis íntimo. Cuando uno apela al psicoanálisis íntimo, para conocer los defectos de tipo psicológico, surge una gran dificultad, quiero referirme en forma enfática a la fuerza de la contra-transferencia.
Uno puede auto‑investigarse, uno puede introvertirse, mas cuando lo intenta, surge la dificultad de la contra-transferencia. Pero la solución está en transferir nuestra atención hacia adentro con el propósito de auto‑explorarse, para auto‑conocernos y eliminar los valores negativos que nos perjudican psicológicamente en lo social, en lo económico, en lo político y hasta en lo espiritual.
Desafortunadamente, repito, cuando uno trata de introvertirse para auto‑explorarse y conocerse a sí mismo, de inmediato surge la contra-transferencia. La contra-transferencia es una fuerza que dificulta la introversión. Si no existiese la contra-transferencia, la introversión sería más fácil.
Necesitamos del psicoanálisis íntimo, necesitamos de la auto‑investigación íntima para auto‑conocernos realmente. Homo Nosce Te Ipsum. Hombre, conócete a tí mismo y conocerás el Universo y a los Dioses.
Cuando uno se conoce a sí mismo puede cambiar. Mientras uno a sí mismo no se conozca, cualquier cambio resultará subjetivo. Pero ante todo, necesitamos el auto‑análisis. ¿Cómo se vencería la fuerza de la contra-transferencia que dificulta el psicoanálisis íntimo o el auto‑análisis? Esto solamente sería posible mediante el análisis transaccional y el análisis estructural.
Cuando uno apela al análisis estructural, conoce esas estructuras psicológicas que dificultan y hacen imposible la introspección íntima; conociendo tales estructuras las comprendemos, y comprendiéndolas, podemos entonces vencer el obstáculo.
Mas necesitamos algo más, necesitamos también el análisis transaccional. Existen las transacciones bancarias, comerciales, etcétera, como también existen las transacciones psicológicas.
Los diversos elementos psíquicos que en nuestro interior cargamos, están sometidos a las transacciones, a los intercambios, a las luchas, a los cambios de posición, etc. No son algo inmóvil, existen siempre en estado de movimiento.
Cuando uno, mediante el análisis transaccional, conoce los distintos procesos psicológicos, las diversas estructuras, entonces la dificultad para la introspección psicológica concluye. Posteriormente se realiza la auto‑exploración del mí mismo con pleno éxito.
Quien logre la auto‑exploración plena sobre tal o cual defecto, ya para conocer la ira, ya para conocer la codicia, la lujuria, la pereza, la gula, etc., puede realizar avances psicológicos formidables.
Para lograr la auto‑exploración plena, habrá que empezar primero por segregar el defecto que queremos eliminar de sí mismos, para que posteriormente sea disuelto.
Defecto desintegrado libera algún porcentaje de Esencia anímica. A medida que vayamos desintegrando cada uno de nuestros falsos valores, es decir, nuestros defectos, la Esencia anímica embotellada entre los mismos, será liberada, y por último, la Esencia psicológica totalmente liberada nos transformará radicalmente. Será en ese preciso instante en el que los valores eternos del Ser se expresen a través de nosotros. Incuestionablemente, esto sería maravilloso no solamente para sí mismos, sino para la humanidad.
Cuando se haya conseguido desintegrar o disolver completamente los valores negativos, nos respetaremos a sí mismos y a los demás, convirtiéndonos, dijéramos, en una fuente de bondad para todo el mundo, en una criatura perfecta, consciente y maravillosa.
Esa auto‑imagen mística de un hombre despierto, originará por secuencia o corolario, la imagen perfecta de un noble ciudadano. Sus circunstancias serán benéficas también en todo sentido, será un eslabón de oro en la gran cadena universal de la vida. Será un ejemplo para el mundo entero, una fuente de dicha para muchos seres, un iluminado en el sentido más trascendental de la palabra, alguien quien gozará de un éxtasis continuo y delicioso.