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La Gran Rebelión: Capítulo 8.- La Jerga Cientifista

LA JERGA CIENTIFISTA

La dialéctica lógica resulta condicionada y calificada, además, por las proposiciones "en" y "acerca" que jamás nos llevan a la experiencia directa de lo real.

Los fenómenos de la naturaleza distan mucho de ser como los científicos los ven.

Ciertamente tan pronto un fenómeno cualquiera es descubierto, de inmediato se le califica o rotula con tal o cual terminacho difícil de la jerga científica.

Obviamente esos dificilísimos términos del cientifismo moderno solo sirven de parche para tapar la ignorancia.

Los fenómenos naturales en modo alguno son como los cientifistas los ven.

La vida con todos sus procesos y fenómenos se desenvuelve de momento en momento, de instante en instante, y cuando la mente cientifista la detiene para analizarla, de hecho la mata.

Cualquier inferencia extraída de un fenómeno natural cualquiera, de ninguna manera es igual a la realidad concreta del fenómeno, desgraciadamente la mente del científico alucinada por sus propias teorías cree firmemente en el realismo de sus inferencias.

El intelecto alucinado no solamente ve en los fenómenos reflejo de sus propios conceptos, sino, además, y lo que es peor quiere en forma dictatorial hacer que los fenómenos resulten exactos y absolutamente iguales a todos esos conceptos que se llevan en el intelecto.

El fenómeno de la alucinación intelectual es fascinante, ninguno de esos tontos científicos ultramodernos admitiría la realidad de su propia alucinación.

Ciertamente los sabihondos de estos tiempos en modo alguno admitirían que se les calificase de alucinados.

La fuerza de la auto-sugestión les ha hecho creer en la realidad de todos esos conceptos de la jerga cientifista.

Obviamente la mente alucinada presume de omnisciente y en forma dictatorial quiere que todos los procesos de la naturaleza marchen por los carriles de sus sabihondeces.

No bien ha aparecido un fenómeno nuevo, se le clasifica, se le rotula y se le pone en tal o cual lugar, como si en verdad se le hubiese comprendido.

Son millares los términos que se han inventado para rotular fenómenos, mas nada saben los seudo-sapientes sobre la realidad de aquellos.

Como ejemplo vivido de todo lo que en este capítulo estamos afirmando, citaremos el cuerpo humano.

En nombre de la verdad podemos afirmar en forma enfática que este cuerpo físico es absolutamente desconocido para los científicos modernos.

Una afirmación de esta clase podría aparecer como muy insolente ante los pontífices del cientifismo moderno, incuestionablemente merecemos de ellos la excomunión.

Sin embargo, tenemos bases muy sólidas para hacer tan tremenda afirmación; desgraciadamente las mentes alucinadas están convencidas de su seudo-sapiencia, que ni remotamente podrían aceptar el crudo realismo de su ignorancia.

Si les dijésemos a los jerarcas del cientifismo moderno, que el Conde de Cagliostro, interesantísimo personaje de los siglos XVI, XVII, XVIII todavía vive en pleno siglo XX, si les dijésemos que el insigne Paracelso, insigne facultativo de la edad media, aún existe todavía, podéis estar seguros de que los jerarcas del cientifismo actual se reirían de nosotros y jamás aceptarían nuestras afirmaciones.

Sin embargo, es así: Viven actualmente sobre la faz de la tierra los auténticos mutantes, hombres inmortales con cuerpos que datan de miles y de millones de años hacia atrás.

El autor de esta obra conoce a los mutantes, empero no ignora el escepticismo moderno, la alucinación de los cientifistas y el estado de la ignorancia de los sabihondos.

Por todo esto en modo alguno caeríamos en la ilusión de creer que los fanáticos de la jerga científica aceptasen la realidad de nuestras insólitas declaraciones.

El cuerpo de cualquier mutante es un franco desafío a la jerga científica de estos tiempos.

El cuerpo de cualquier mutante puede cambiar de figura y retornar luego a su estado normal sin recibir daño alguno.

El cuerpo de cualquier mutante puede penetrar instantáneamente en la cuarta vertical y hasta asumir cualquier forma vegetal o animal y retornar posteriormente a su estado normal sin recibir perjuicio alguno.

El cuerpo de cualquier mutante desafía violentamente a viejos textos de Anatomía oficial.

Desgraciadamente ninguna de estas declaraciones podría vencer a los alucinados de la jerga cientifista.

Esos señores, sentados sobre sus solios pontificios, incuestionablemente nos mirarán con desdén, tal vez con ira, y posiblemente hasta con un poco de piedad.

Empero, la verdad es lo que es, y la realidad de los mutantes es un franco desafío a toda teoría ultramoderna.

El autor de la obra conoce a los mutantes pero no espera que nadie le crea.

Cada órgano del cuerpo humano está controlado por leyes y fuerzas que ni remotamente conocen los alucinados de la jerga cientifista.

Los elementos de la naturaleza son en sí mismos desconocidos para la ciencia oficial; las mejores fórmulas químicas están incompletas: H2O, dos átomos de Hidrógeno y uno de Oxígeno para formar agua, resulta empírico.

Sí tratamos de juntar en un laboratorio el átomo de Oxígeno con los dos de Hidrógeno, no resulta agua ni nada porque esta fórmula está incompleta, le falta el elemento fuego, solo con este citado elemento podría crearse agua.

La intelección por muy brillante que parezca no puede conducirnos jamás a la experiencia de lo real.

La clasificación de sustancias y los terminachos difíciles con que se rotula a las mismas, sólo sirve como parche para tapar la ignorancia.

Eso de querer el intelecto que tal o cual sustancia posee determinado nombre y características, resulta absurdo e insoportable.

¿Porqué el intelecto presume de omnisciente? ¿Porqué se alucina creyendo que las sustancias y fenómenos son como él cree que son? ¿Porqué quiere la intelección que la naturaleza sea una réplica perfecta de todas sus teorías, conceptos, opiniones, dogmas, preconceptos, prejuicios?

En realidad los fenómenos naturales no son como se cree que son, y las substancias y fuerzas de la naturaleza de ninguna manera son como el intelecto piensa que son.

La conciencia despierta no es la mente, ni la memoria, ni semejante. Solo la conciencia liberada puede experimentar por sí misma y en forma directa la realidad de la vida libre en su movimiento.

Empero debemos afirmar en forma enfática que en tanto exista dentro de nosotros mismos cualquier elemento subjetivo, la conciencia continuará embotellada entre tal elemento y por ende no podrá gozar de la iluminación continua y perfecta.