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Las Tres Montañas: Capitulo 34.- Conclusión de los Trabajos Lunares

CONCLUSIÓN DE LOS TRABAJOS LUNARES

Después de haber reducido a polvareda cósmica a MARA, el Padre de las tres Furias Clásicas, hube entonces de enfrentarme a las bestias secundarias del abismo...

El día terminaba lentamente; el aire delicioso de la noche invitaba a descansar de sus fatigas a los seres vivientes que pueblan la faz de la tierra, y yo, vil gusano del lodo de la tierra, sólo quería sostener los combates del camino y de las cosas dignas de compasión que mi memoria escribirá sin equivocarse...

¡Oh, Musas inefables! ¡Oh, alto ingenio Divino! Venid en mi auxilio. Inspiradme para que mi estilo no desdiga de la naturaleza del asunto...

Interrumpió mi sueño profundo un trueno tan fuerte, como hombre a quien se despierta violentamente; me levanté y, dirigiendo una mirada en derredor mío, fijé la vista para reconocer el lugar donde me hallaba; víme entonces en una casa solitaria junto al camino tenebroso...

Sentado en un tosco sillón junto a la ventana, desde la cual bien podía contemplarse el escarpado sendero, evoque muy sinceramente los tiempos idos...

Ciertamente en otras edades yo había estado allí en la mansión del abismo y ante el mismo camino...

Nada de esto me pareció nuevo; comprendí que estaba recapitulando Misterios; levantándome de la silla, abrí la vieja puerta de aquella morada y salí caminando despacito... despacito... despacito... por el camino solitario...

De una sola ojeada, y atravesando con la mirada un espacio tan lejano como es dable a la penetración de la vida espiritual, vi aquel paraje triste, desbastado y sombrío...

El piso estaba húmedo y yo hube de detenerme intempestivamente ante cierto cable eléctrico que yacía tendido en el suelo...

¿Un cable de cobre cargado con alta tensión? ¡Qué horror!... Y estuve a punto de pisarlo...

"Es preferible morir siendo libre, que vivir estando preso". Así clamó la voz del silencio en la noche del Misterio...

Y yo que alarmado intentaba en esos precisos instantes retroceder, me sentí reconfortado...

Avancé resueltamente por aquellos parajes Sub‑Lunares a lo largo de la tortuosa senda abismal...

El escarpado Sendero, virando sorpresivamente hacia la izquierda, penetró dentro de ciertas colinas muy pintorescas...

En ellas vi algo así como un parque nacional en día Domingo; un abigarrado conjunto de humanas criaturas que parecían disfrutar deliciosamente de la pradera...

Para solaz entretenimiento de muchos, algunos vendedores ambulantes iban y venían aquí, allá y acullá vendiendo globos de colores...

Símbolo viviente de la vida profana, así lo entendí; empero, es ostensible que quise vivir todo aquello con intensidad...

Estaba muy absorto en todo eso, contemplando las muchedumbres de siempre, cuando de pronto, he aquí que algo insólito e inusitado sucede; me pareció como si de verdad el tiempo se detuviera un momento...

En esos instantes de terror surge de entre la maleza un lobo sanguinario, que feroz y con mirada aviesa intenta en vano agarrar su presa; ante aquél huyen de la Parca despiadada algunas gallinas que desesperadas cacarean.

Extraordinaria simbología oculta: Ave de corral, pusilánime, cobarde, tímida. Lobo sanguinario, cruel, despiadado...

¡Pavor! ¡Terror! ¡Espanto!... Humanos estados Sub‑Lunares de la Infraconciencia humana y yo, que creía haber muerto en mí mismo, ignoraba la existencia de estos agregados psíquicos dentro de mis propios infiernos atómicos...

Afortunadamente, jamás en la dura brega olvidé mi Pica Santa; gracias a mi Divina Madre KUNDALINI he podido exceder a muchos en fuerza y habilidad en la lanza.

Habiendo caído ya los principales Demonios‑Yoes, viles personificaciones de mis horribles defectos infrahumanos, concluyeron épicamente mis trabajos Lunares dando muerte con el Asta Santa a muchas otras bestias infernales...

No está de más decir que hube de recoger muy rico botín de guerra después de muchas cruentas batallas...

Quiero referirme con gran énfasis a aquellas múltiples gemas preciosas de mi propia existencia, a esos granos de conciencia embutidos, enfrascados, entre esos horripilantes engendros del Infierno...

La última parte del trabajo fue de carácter completamente atómico; no es nada fácil expulsar a las malignas inteligencias de entre sus habitáculos nucleares...

Esto es ciertamente lo que se entiende por transformar las aguas negras en blancas...

Ahora, tales átomos se han convertido en vehículos maravillosos de ciertas inteligencias luminosas...

Chispas magníficas, átomos capaces de informar sobre las actividades del enemigo secreto...

Una noche de Gloria tuve la honra más grande que se le pueda brindar a un ser humano: fui visitado por el Cristo Cósmico. El Adorable traía un gran libro en su mano derecha como diciéndome: "Vais a entrar ahora en la esfera de Mercurio".

Al ver al Maestro no pude menos que exclamar, diciendo: ¡Señor! Habéis llegado más pronto de lo que yo pensaba. Todavía no os aguardaba...

El Cristo vivo respondió dulcemente: "Yo a veces demoro cuando me toca venir en el mes de Marzo... Tú tenéis que seguir muriendo todavía...".

¿Cómo? ¿Seguir muriendo? ¿Todavía? "Sí ‑respondió el adorable‑ tenéis que seguir muriendo", repitió...

Lo que sucedió luego fue prodigioso. El Maestro se elevó lentamente hacia el sol de la Media Noche, desprendiéndose después un poco del Astro Rey para bendecirme y perdonar mis antiguos errores...

Así fue como logré el reingreso al Primer cielo, la Morada de los Ángeles inefables...

Incuestionablemente era yo un Ángel caído, mas es ostensible que había sido perdonado...

En la Catedral del Alma hay más alegría por un pecador que se arrepiente, que por mil justos que no necesitan de arrepentimiento...