SINCRETISMO GNÓSTICO DE LA PIEDRA DEL SOL
Hoy en día los científicos de diferentes naciones se han dedicado al estudio de este monolito de 25 toneladas de peso y con un diámetro de 3,60 metros. Fue encontrado en la plaza principal de la ciudad de México el 17 de diciembre de 1760 y fue esculpido por los aztecas. Esotéricamente, esta gran obra representa el zodíaco con la historia completa de nuestra galaxia. Es un calendario de gran precisión y a eso se debe el actual interés de la ciencia en comprobar, a base de computadoras electrónicas, las predicciones infalibles que allí se expresan.
En el círculo central se representa el Dios Solar Tonatiuh con su radiante cabellera amarilla; de entre sus labios emerge un cuchillo de obsidiana, que es la representación del verbo. Lo circundan cuatro símbolos que son los Cuatro Soles o épocas por las que ha atravesado la humanidad. El primer Sol, en que fueron devorados por tigres, representa la Raza Polar; la segunda en que fueron convertidos en micos, es la época Hiperbórea; el de las aves que pertenece a la Lemuria y el símbolo que es igual que la cuarta época que se identifica con la Atlántida o la historia de Noé, y el mismo Tonatiuh es el Quinto Sol o época Aria que se encuentra en agonía y cuyo final claramente representado por el número 13, en el cuadrado de la parte superior central.
Dos garras de águila sostienen corazones humanos y un círculo de 20 jeroglíficos, que son los días del mes, circundan los Cinco Soles. Los 20 días y los 18 meses hacen un año de 360 días. A continuación un círculo más con 52 puntos que representan el siglo azteca y se cierra el zodíaco con dos serpientes de plumas flamígeras.
En el canto del monolito se representan los cielos con el signo del planeta Venus y las razas que continuarán: Sexta y Séptima para concluir con el Octavo Sol o infinito.
Las cinco estatuas de Bamian redescubiertas por el famoso viajero chino, Hicuan Thanng, nos dan una idea de las distintas épocas por las que ha pasado la humanidad. La más grande representa la primera raza humana, cuyo cuerpo protoplasmático semietérico, semifísico, está así conmemorado en la dura piedra imperecedera, para instrucción de las generaciones futuras; pues, de otro modo su recuerdo no hubiera sobrevivido jamás al diluvio atlante. Los protoplasmáticos se reproducían en forma parecida a la multiplicación celular. Su cuerpo nos recuerda a la forma gelatinosa mediante la cual se agrandaban y se encogían a voluntad.
La segunda estatua de 120 pies de alto representa al nacido del sudor, la Raza Hiperbórea, gigantes que se reproducían por esporas. De sus pantorrillas se desprendían los retoños que multiplicaban la especie. No es nada extraño que en el Brasil les llamen a las pantorrillas “ventre dasphermas”.
La tercera mide 60 pies e inmortaliza, sabiamente, a la Raza Lemur, que habitó en el continente Mu, o Lemur, en el lugar en que ahora se encuentra el océano Pacífico. Sus últimos descendientes se hallan representados en las famosas estatuas encontradas en la Isla de Pascua.
Los lemures eran bisexuales, andróginos puros. Todavía en esa época no se sabía lo que era cometer errores, no había maldad en la gente. No existía aquello de: lo tuyo y lo mío, no existían fronteras, ni cercas que dividían a los vecinos. Ciertamente, los seres humanos eran reyes de la naturaleza con todos sus poderes en plena manifestación, ya que no conocían las religiones, llamen los siete pecados capitales, el “Yo” pluralizado, o como decían los egipcios antiguos, “las terribles entidades de Seth”. Adam Solus de la simbología cristiana, representa a esas primeras razas humanas.
El sistema de reproducción de los lemures, hermafroditas, era por gemación. El Padre-Madre ovulaba, y como estaba constituido en sí mismo las tres polaridades: masculina, femenina y neutra, el huevo tenía todas las características de la procreación de acuerdo con el poder de la voluntad de su progenitor.
Lo más selecto de esta raza constituyó la semilla para la formación de la Raza Atlante, representada por la cuarta estatua de Bamian mencionada al comienzo de esta exposición. Fue aún más pequeña que las anteriores, pero gigantesca en comparación con nuestra actual Quinta Raza Aria, que mora en los continentes actuales.
El continente atlante se extendía y orientaba hacia el austral y los sitios más altos hacia el septentrión. Sus montes excedían en grandeza y elevación a los que existen actualmente. La Atlántida unía geográficamente a la América con el Viejo Mundo.
Toda la enseñanza religiosa de la América primitiva, todos los sagrados cultos de incas, aztecas, mayas, egipcios, fueron las primitivas religiones de los atlantes. Los Dioses y Diosas de los antiguos griegos, fenicios, escandinavos, indostanes, etc.., los Dioses y Diosas citados por Homero en “La Iliada” y “La Odisea”, fueron héroes, reyes y reinas de la Atlántida.
El famoso Dr. Pablo Schliemann, quien tuvo el alto honor de haber descubierto las ruinas de la Vieja Troya, halló entre los tesoros de Príamo un extraño jarrón deforme, muy peculiar, sobre el cual estaba grabada una frase de característica fenicia, que textualmente decía: “Del Rey Cronos de la Atlántida”.
Resulta interesante saber que, entre los objetos desenterrados en Tiahuanaco, Centroamérica, se encontraron jarrones muy semejantes a los tesoros de Príamo. Cuando dichos jarrones fueron rotos, con propósitos científicos, siempre se encontraron entre éstos, ciertas monedas en las cuáles se podía leer con entera claridad una frase que decía: “Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes, Tesorería Nacional Atlante”.
En los archivos del antiguo templo Budista de Lhassa, puede leerse una inscripción caldea, muy antigua, escrita dos mil años antes de Cristo, y que dice: “Cuando la estrella Baal cayó en el lugar donde ahora sólo hay mar y cielo, las Siete Ciudades con sus puertas de oro y templos transparentes temblaron y se estremecieron como las hojas de un árbol movidas por las tormentas; y he aquí una oleada de fuego y humo se elevó en los palacios, los gritos de agonía llenaban el aire. Buscaron refugio en sus templos y ciudadelas y el sabio Mu, el sacerdote de Ra-Mu, se presentó y les dijo: ¿No os predije esto?, moriréis con vuestros esclavos y vuestras riquezas, y de vuestras cenizas surgirán nuevas naciones. Si ellos se olvidan que deben ser superiores, no por lo que adquieren, sino por lo que dan, la misma suerte les tocará”.
La Atlántida pasó por terribles y espantosas catástrofes antes de desaparecer totalmente. La primera catástrofe se sucedió hace ochocientos mil años, más o menos; la segunda hace doscientos mil años y la tercera acaeció hace once mil años, y de la cual como de su diluvio, guardan más o menos confuso recuerdo en las tradiciones de todas las razas humanas.
La Gran Raza Aria, representada por la gran quinta estatua de Bamian, de la cual somos la Séptima Subraza (Quinto Sol en el Calendario Azteca).
La Sexta Gran Raza, la Raza Koradhí, será más pequeña que la Aria, y la Séptima medirá aproximadamente unos veinticinco centímetros de estatura, cada una de las cuales repetirá el ciclo de siete subrazas.
En el nuevo Maha-Manvantara, el antiguo planeta Tierra queda convertido en Luna, y un nuevo planeta le sustituye. ÉSA ES LA LEY.