SIETE CÁTEDRAS DE ANTROPOLOGÍA GNÓSTICA
SEXTA CÁTEDRA
Bueno, hermanos, vamos a comenzar nuestra cátedra de esta noche. Incuestionablemente la humanidad terrestre ha pasado por diversas fases de desenvolvimiento, y esto es algo que debemos analizar juiciosamente.
Se habla de la evolución mecánica de la Naturaleza, del hombre y del Cosmos. Desde el punto de vista antropológico, hemos de comprender que existen DOS CLASES DE EVOLUCIÓN: la primera se iniciaría, obviamente, con la cooperación sexual debidamente comprendida en todos y cada uno de sus aspectos; la segunda es diferente...
Incuestionablemente, en principio la raza humana se multiplicaba en la misma forma en que las células se multiplican. Bien sabemos nosotros que el núcleo se divide en dos dentro de la célula viva, y que especializa una determinada cantidad de citoplasma y materias inherentes para formar células nuevas. Las dos se dividen, a su vez, en otras dos, y así, mediante el proceso fisíparo, diríamos, de división celular, se desarrollan los organismos, se multiplican las células, etc.
Si en principio los ANDRÓGINOS se dividían en dos, o en tres individuos para reproducirse, más tarde todo eso cambió y hubo de prepararse el organismo para reproducirse, posteriormente, mediante la cooperación sexual. Obviamente, fue en la Lemuria (continente situado otrora en el océano Índico), donde se realizaron los principales aspectos relacionados con la reproducción.
En principio los órganos creadores, el LINGAM-YONI, no se hallaba todavía plenamente desarrollado. Se hacía necesario que estos órganos de la especie cristalizaran totalmente y se desenvolvieran, a fin de que más tarde en el tiempo pudiera realizarse, concretamente, la reproducción de la especie humana mediante la cooperación sexual.
Así que, conforme estos órganos (masculino-femenino), se fueron desarrollando, ya no diríamos en el ser humano meramente Andrógino, sino HERMAFRODITA, se sucedieron hechos bastante interesantes desde el punto de vista biológico y psicosomático.
La célula fertilizante, por ejemplo, lograba hacer contacto con el óvulo, y así, tal célulaátomo se desprendía del organismo del Padre-Madre para desarrollarse y desenvolverse. Como secuencia o corolario, mediante procesos muy delicados, devenía luego una nueva criatura.
El segundo aspecto de esta cuestión fue también bastante interesante. Si bien es cierto que en principio, gérmenes vivientes se desprendían como radiación atómica para desarrollarse exteriormente y convertirse en nuevas criaturas, en el segundo hubo cierto cambio favorable. Podría decirse que el huevo fecundado (el óvulo que normalmente el sexo femenino elimina de sus ovarios cada mes), tenía cierta consistencia extraordinaria, era ya un huevo en sí mismo, en su constitución intrínseca; un huevo fecundado interiormente dentro del Padre-Madre, dentro del Hermafrodita, un huevo que al salir al mundo exterior podía desenvolverse o incubarse, hasta que al fin se abría para que una criatura emergiera de allí; criatura que se alimentaba con los pechos del Padre-Madre, y esto, de por sí, ya es bastante interesante.
Mucho más tarde en el tiempo, fue notándose que ciertas criaturas devenían a la existencia con un órgano más desarrollado que otro. Al fin llegó el momento en que la humanidad se dividió en sexos opuestos. Cuando esto sucedió, cuando esto acaeció, entonces se necesitó la COOPERACIÓN SEXUAL para crear y volver nuevamente a crear.
Las genealogías de Haeckel, con respecto al posible origen del hombre y nuestras tres Razas Primordiales –que no encajan dentro de esta Antropología Materialista que hoy en día invade al mundo, desgraciadamente–, son en verdad el hazmerreír de los antropólogos materialistas, enemigos de lo divinal.
Ellos se burlan por igual, tanto de la genealogía de un Haeckel –o de las genealogías, para hablar en plural–, como de los linajes aquéllos de Homero. Recuerden ustedes, claramente, a Aquiles, el ilustre guerrero hijo de Marte, a Agamenón, hijo de Júpiter, el que desde lejos manda, etc.
Frases o palabras poéticas de aquel hombre que cantara, en otros tiempos, a la vieja Troya y a la cólera de Aquiles, el guerrero...
Tenemos que hablar muy claro en todas estas cuestiones antropológicas, es obvio. Los científicos de esta época tendrán que resolverse por Paracelso, el padre de la Química, o por el Sosura de Haeckel, el famoso Sosura mitológico. En todo caso, es mucho lo que tenemos que analizar e investigar dentro del terreno exclusivamente antropológico.
Si se negara la división de la célula viva o el proceso reproductivo primigenio o primordial, tendría que negarse también, de hecho, la reproducción del MONERÓN o átomo del abismo acuoso de Haeckel, dividiéndose a sí mismo para multiplicarse. La ciencia, en realidad de verdad, en modo alguno podría pronunciarse, científicamente, contra ese sistema primigenio de reproducción mediante división celular, es decir, mediante el acto fisíparo.
Sin embargo nos damos cuenta, claramente, de que estas dos teorías expuestas sobre la forma como comenzara la reproducción –ya por medio de la cooperación sexual, o aquella otra, en que los órganos creadores deben desarrollarse antes de iniciarse la posible cooperación–, son [algo] muy discutible y espinoso.
Todas las TEOGONÍAS RELIGIOSAS, desde la Órfica –que es bastante antigua–, hasta la Biblia cristiana, nos hablan de un comienzo mediante cooperación sexual. Es más bien simbólico; podría repetirse a cargo de la Alquimia, pero no científico-antropológico, porque no podría comenzar un proceso evolutivo con cooperación sexual, claramente, cuando todavía los órganos creadores no han sido creados. Obviamente, tiene que haber habido un período de preparación para la reproducción mediante cooperación, un período durante el cual los órganos creadores hubieron de desarrollarse y desenvolverse en la fisiología orgánica del ser humano.
Las escrituras religiosas, tanto del Oriente como del Occidente, han sido muy alteradas, excepto la del Vishnú Purana, por ejemplo, donde se dice que “Daxa, después de haber dado a los seres humanos la capacidad de reproducirse mediante la cooperación, declaró: «Mucho antes que el ser humano pudiera tener esa capacidad, mucho antes que la cooperación sexual entre hombre y mujer existiera, existían ya otros modos de reproducción»”. Se refiere a etapas anteriores a la formación de los órganos creadores en el ser humano.
No llego yo hasta el grado de afirmar, en forma enfática, que aquellos sistemas anteriores a la cooperación, no tuvieran alguna relación con la energía creadora. Pienso, claramente, que la energía sexual, propiamente dicha, tiene otras formas de manifestación, y antes de que los órganos creadores en la humana especie se hubiesen desarrollado, tal energía tuvo otros modos de expresión para crear y volver nuevamente a crear.
Es lástima que las Sagradas Escrituras de todas las religiones hayan sido adulteradas. Bien sabemos que hasta el mismo Esdras no dejó de alterar un poco el Pentateuco en la Biblia hebraica. Pero a todas éstas, se hace indispensable que nosotros sigamos analizando y reflexionando...
¿Dónde se desenvolvieron las distintas razas? Ya hemos dicho muchas veces que eso del NOEPITECOIDE resulta bastante absurdo, lo mismo que su cinocéfalo con cola, el mono sin cola y el hombre-arbóreo, cuestiones de mera utopía que no tienen basamentos de ninguna especie. Ya nos reímos bastante sobre el SOSURA mítico de Haeckel, aquella especie de “chango” con capacidad hablativa, algo así como el eslabón perdido entre el mono y el hombre.
Mas se hace necesario saber dónde se han desarrollado estas razas, en qué escenario se han desenvuelto estas evoluciones e involuciones de la humanidad. Eso es lo que necesitamos realmente conocer; porque sería imposible desligar a las razas humanas de su medio ambiente, de sus distintos continentes, de sus islas, de sus montañas, de sus escenarios naturales.
Llama –como ya dije en otra ocasión– muchísimo la atención que, a pesar de que hubo enormes reptiles en el MESOZOICO, sin embargo, todavía viva la humanidad, mientras que aquéllos ya desaparecieron de la faz de la Tierra. ¿Cómo es posible que todos los monstruos antediluvianos hayan perecido y que la humanidad siga viviendo? Hemos puesto mucho énfasis en ese asunto, y se hace necesario pensar un poco, o bastante...
Que el ser humano esté relacionado con su ambiente, es algo que no se puede negar. Que hayan existido otras formas de reproducción distintas a las de cooperación sexual, es también innegable. Pero conviene conocer algo sobre el ambiente donde se desarrollaron las distintas razas; urge que, poco a poco, vayamos estudiando los distintos escenarios de la Naturaleza.
No negamos, en modo alguno, que hay hechos que los astrónomos, verdaderamente, no conocen. ¿Qué saben ellos, por ejemplo, sobre los cambios o modificaciones del EJE DE LA TIERRA en relación con la oblicuidad de la elíptica?
Laplace, aquél que inventara su famosa teoría que hasta hoy existe, afirmando que “todos los mundos salen de sus correspondientes nebulosas” (hecho que nunca ha sido comprobado), llega hasta a decirnos fanáticamente que “la declinación del eje de la Tierra en relación, precisamente, con la oblicuidad de la elíptica, es casi nula, y que así ha sido siempre en forma secular”.
La Geología, incuestionablemente, está en contra, hasta cierto punto, de estos conceptos de la Astronomía. Claro que la desviación del eje de la Tierra dentro de la oblicuidad de la elíptica, o la inclinación, para ser más claros, implica períodos, dijéramos, glaciales, que se suceden siempre a través de las edades.
Si negáramos los PERÍODOS GLACIALES, estaríamos afirmando cosas absurdas, porque las glaciaciones están completamente demostradas, y tienen su base, precisamente, en la desviación del eje de la Tierra, en su inclinación dentro de la oblicuidad de la elíptica.
Así que está demostrada, con entera claridad mediante los estudios geológicos, tal desviación, que niegan los astrónomos. Geología y Astronomía se encuentran pues, opuestas en esta cuestión. Hay pruebas de tremendas glaciaciones. Ya Magallanes anota determinadas épocas de calor atípico en el Ártico, acompañadas simultáneamente de glaciaciones y frío intenso en el Antártico.
Hemos llegado a un punto bastante interesante y es esta cuestión de los glaciares. Parece increíble que en el sur de Europa y en el norte de África, hubieran existido en otros tiempos terribles glaciaciones. En España, por ejemplo, se ha podido saber –con cargo a la Época Silúrica– que existieron glaciaciones tremendas; y esto está demostrado a través de todos los estudios de la Paleontología.
En tanto, nadie podría hoy en día negar que se han descubierto, por ejemplo, en Siberia, y especialmente en la desembocadura de ciertos ríos, como el Obi y otros, cadáveres momificados de animales antediluvianos. Esto significa que Siberia, que es tan fría, en otros tiempos fue trópico de gran calor, lo mismo que Groenlandia, la Península Escandinavia, de Suecia y Noruega, hasta Islandia y toda esa herradura que rodea totalmente al Polo Norte.
¿Que hubiera habido calor en esas regiones? “¡Imposible!”, diría cualquiera. Y sí, la Paleontología lo ha confirmado. Criaturas bastante interesantes han sido descubiertas, precisamente, en las bocas de los ríos que he citado, que he mencionado, y esto nos invita a todos a la reflexión...
Durante la época de la Atlántida, los POLOS NORTE y SUR no estaban donde están ahora. Entonces, el Polo Norte, el Ártico, estaba ubicado sobre la línea ecuatorial misma, en el punto más extremo oriental del África. Y el Antártico, el Polo Sur, se hallaba exactamente ubicado sobre la misma línea ecuatorial, hacia lo opuesto, un lugar específico en el Pacífico.
Hay otros cambios tremendos en la fisonomía del globo terrestre. Los verdaderos MAPAS ANTIGUOS son desconocidos para los sabios de esta época. En las criptas secretas de los Lamas, en los montes Himalayas, hay mapas de la Tierra antigua, mapas que demuestran que nuestro mundo tuvo otra fisonomía en el pasado.
Pensemos en LEMURIA, ese gigantesco continente ubicado entonces en el Índico. Estaba unido a Australia, pues Australia es parte de la Lemuria, lo mismo que toda la Oceanía. El Ártico se hallaba ubicado en el punto más oriental sobre la línea ecuatorial del África. Todo era diferente, distinto..., completamente distinto...
Por aquella época acaeció un glaciar de esos terribles. Esa glaciación se proyectó, precisamente, desde el Polo Ártico, ubicado en el África, hacia la Arabia, o sea, hacia el Sudoeste de Asia. Y también cubrió completamente, o casi completamente, a la Lemuria. Toda esa zona se llenó de hielos, mas no logró pasar tal glaciación el Mediterráneo.
Resulta pues interesante, que hay épocas en que nuestro mundo Tierra pasa por tales glaciaciones, en que el hielo invade determinadas zonas, en que mueren millones de criaturas. Todo eso se debe realmente a la inclinación del eje de la Tierra en relación con la oblicuidad de la elíptica.
El ser humano ha tenido que desarrollarse en DISTINTOS ESCENARIOS, y nosotros debemos conocer a fondo cuáles son esos escenarios. ¿Cómo surgió la América? ¿Cómo apareció la Europa? ¿Cómo se hundió la Lemuria? ¿Cómo desapareció también la Atlántida?
La Lemuria fue aceptada por Mr. Darwin y existe todavía en el fondo del Océano Índico. A través de sucesivas conferencias, iremos estudiando todos estos escenarios donde la raza humana se ha desenvuelto...
Obviamente, los organismos han pasado por distintos cambios morfológicos en tales o cuales ambientes. Si dijéramos nosotros, por ejemplo, que el “animal intelectual”, equivocadamente llamado “Hombre”, tiene por antepasado al famoso ratón –del que hablan ahora tanto los antropólogos materialistas–, o mejor dijéramos al “runcho” –citado por los sudamericanos–, estaríamos francamente falseando la verdad.
El tal ratón enorme, o runcho de Suramérica, ya sabemos que deviene, originalmente, de la Atlántida de Platón, y que mucho antes de que existiera la Atlántida, el Hombre existía. Luego entonces el Hombre es anterior al famoso runcho atlante o ratón, como se le cita ahora por estos tiempos.
Si dijéramos que el Hombre deviene originalmente de ciertos primates, y más tarde de ciertos homínidos de la antigua tierra Lemúrica, tan aceptada por Mr. Darwin, también estaríamos falseando la verdad. Porque antes de que los simios existieran, mucho antes de que hubieran aparecido los tan cacareados primates u homínidos, el Hombre ya existía. Aún más, antes de que la reproducción de las especies se desenvolviera por cooperación, el Hombre ya existía. El Hombre es muy anterior todavía a la misma Lemuria tan aceptada por Mr. Darwin.
Obviamente, tenemos que reconocer que esta raza humana que ha sido estudiada en forma, dijéramos, superficial por los antropólogos materialistas, y que ha pasado desde los tiempos monolíticos por las etapas del Eoceno, del Mioceno y del Plioceno; es más antigua todavía que los continentes Atlante y Lemur.
Mas será necesario, repito, seguir estudiando los distintos escenarios de nuestro mundo, para comprender mejor los diversos procesos de evolución e involución de las distintas razas humanas.
Por de pronto, quiero decirles que nosotros los gnósticos somos firmes en nuestros conceptos, y que si se nos pone a escoger entre un Paracelso, como padre de la Química moderna, o un Haeckel, como creador del famoso Sosura mítico, francamente nos resolvemos por el primero: por el gran Sabio Paracelso.
Hasta aquí mis palabras por esta noche. ¡Paz Inverencial!