Capítulo 10
El misterio de las cinco palabras en la vestidura.
Y sucedió entonces, que cuando el sol había salido por el oriente, una gran fuerza de luz descendió, en la cual estaba mi vestidura, que había dejado atrás en el vigésimo cuarto misterio, tal como yo os lo había dicho, y encontré un misterio escrito en mi vestidura, con cinco palabras provenientes de lo alto: ZAMA ZAMA OZZA RACHAMA OZAI, cuya solución es ésta:
Capítulo 11
Jesús se pone su vestidura.
"Sucedió entonces que cuando vi el misterio de todas esas palabras en la vestidura que me enviaron y que me puse; brillé entonces con excelsitud y ascendí a las alturas".
Capítulo 12
El entra en la primera esfera.
"Y dejé esa región y ascendí a la primera esfera brillando con grandísima intensidad, cuarenta y nueve veces más intensamente de lo que había brillado en el firmamento. Sucedió entonces que cuando yo había alcanzado las puertas de la primera esfera, éstas se abrieron inmediatamente después de haberse sacudido"
Dulce es el trabajo de quien trabaja contento, y dulce es el descanso de quien lo tiene merecido.
El Hombre Cristificado, el Bendito, el Cristo-hombre, cual Gran Emperador del Cosmos, tiene las llaves de todos los firmamentos.
Capítulo 13
El entro en la segunda esfera.
"Y abandoné esa región y llegué a la puerta de la segunda esfera, que es el destino. Después todas sus puertas se agitaron y se abrieron solas y entré a la casa del destino brillando con gran intensidad y no había modo de medir la intensidad de la luz que estaba en mí, porque brillé en el destino, cuarenta y nueve veces más que en la primera esfera".
El Cristo, Señor nuestro, tiene poder para entrar en el Sanctum de nuestro mismísimo destino zodiacal.
Capítulo 14
El entró en los Aeones.
"Y abandoné esa región y ascendí a la de los Aeones de los Regidores y llegué ante sus velos y sus puertas, brillando con gran intensidad y no había medida para la luz que esta en mí. Sucedió entonces, cuando llegué donde los Doce Aeones, que sus velos y sus puertas fueron sacudidas una contra la otra. Sus velos se apartaron a sí mismos espontáneamente y sus puertas se abrieron una contra la otra. Y entré en los Aeones, brillando con gran intensidad, y no había medida para la luz que me rodeaba, cuarenta y nueve veces con más intensidad que la luz con la que brillé en las casas del Destino".
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