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Mirando al Misterio: Capítulo 13.- ¿Piedras o que?

¿PIEDRAS O QUE?

1. - Hace mucho tiempo, en el pueblecillo donde vivíamos, la casa en que habitábamos nos dio muestras de fenómenos raros tales como el siguiente:

En este lugar se distribuían víveres de todo tipo, dado que era una especie de tienda del pueblo, donde había de todo y se les prestaban los víveres a la gente muy pobre que no podía pagar diariamente lo consumido. Les otorgaban unos vales que se supone que deberían pagar cada semana, pero debido a que los hombres en su mayoría, tomaban mucho alcohol, se bebían el dinero que ganaban, ocasionando un drama para sus familias, dado que en muchos casos debían varias semanas de pago. Uno de los deudores que se negaba rotundamente a pagar, tenía fama de practicar actos de brujería y en algunas ocasiones se enorgullecía de ello y amenazó a que no le cobraran más porque lo iban a lamentar.

Cierta noche, se paró aproximadamente a unos 100 metros de distancia de la tienda, y en nuestra casa, que estaba junto a la tienda, se empezaron a oír pedradas sobre paredes y techos como si hubiera una gran multitud aventando enormes piedras con mucha fuerza, al grado tal que la casa parecía que se iba a derrumbar.

Uno de los familiares se atrevió a asomarse por una ventana, y únicamente observó al brujo aquel que, con la mirada fija hacia la casa, parecía que le salía fuego por los ojos y que con una sonrisa irónica y grandes ademanes pronunciaba unas palabras ininteligibles.

Después de un rato, pareció que se iba acumulando una gran cantidad de piedras y que iba a ser cosa imposible salir de la casa.

Al retirarse dicho individuo, cesaron los ruidos y todo quedó en tranquilidad y calma.

Tiempo después salimos a ver qué había sucedido, encontrándonos con que no había ni siquiera un grano de arena; Esto causó cierto espanto entre las gentes del pueblo tomándole miedo a este señor.

¿Nos podría explicar el Maestro qué fue lo que realmente sucedió?

R.- Con mucho gusto daré respuesta a su pregunta. Obviamente se trata de un mago negro, sujeto con poderes peligrosos. Ostensiblemente pronunciaba palabras mágicas mediante las cuales mandaba a ciertos tenebrosos.

Es claro que el fenómeno de piedras atemorizaba a las gentes. Los fantasmas desconocidos ciertamente pueden arrojar tales piedras. Estas piedras en sí mismas viajaban por entre la Cuarta Dimensión y hasta podían hacerse visibles momentáneamente para luego desaparecer y regresar al punto de partida original.

No olvide usted que en la Cuarta dimensión todo regresa a su punto de partida; si un fantasma ahí arroja una piedra con el propósito de hacerla visible en el mundo físico, ésta regresa después al lugar de donde provino.

En estos instantes me viene a la memoria el caso de cierto caballero, cuyo nombre no menciono, hechicero también; eso es obvio. Cargaba en la bolsa siempre una moneda de cincuenta centavos, y con tal moneda podía pasar toda una noche bebiendo de cantina en cantina.

Cuentan las gentes que andan por ahí, que el sujeto aquel entraba a cualquier tienda y pedía cerveza, pan, y todo lo que quisiera y después pagaba con la moneda aquella. Lo curioso es que en determinado instante y en el momento de salir del establecimiento, llamaba a su moneda pronunciando un nombre femenino X, X, que en estos momentos no recuerdo, y la moneda regresaba a su bolsa otra vez.

Este caballero de marras era un mago negro que sólo necesitaba de una moneda para poder vivir.

No hay duda de que poseía terribles poderes psíquicos y que podía mandar a determinados demonios que lo obedecían.

2. - En el pueblo donde vivíamos había un viejecito que me contaba todos los acontecimientos raros que habían sucedido en los alrededores.

En una ocasión me relató el caso de un campesino que traía pleito con uno de los guarda-ríos del lugar, y que tal pleito acabó en una lucha a machetazos, muriendo el guarda-ríos, al cual el campesino había ocultado entre los carrizales que se encontraban en el río.

Poco tiempo después, los vecinos empezaron a saber que el campesino todos los días era arrastrado por el muerto, según decía él, en la noche, y que algunas personas llegaron a oír que dialogaba con el difunto, clamándole piedad y perdón por el asesinato cometido. Los vecinos decidieron interrogarlo sobre el crimen mencionado, confesando este que se trataba del guarda-ríos desaparecido, indicándoles que el cadáver lo hallarían entre los carrizales de aquel lugar. Efectivamente, más tarde lo hallaron en estado de putrefacción.

Tiempo después, el campesino mandó a decirle misas, con lo cual lo dejó de molestar para siempre. ¿Es posible que esto sucediera según el relato, Maestro?

R.- Extraordinario este relato, gran amigo. Creo firmemente que la expersonalidad del muerto pudo hacerse visible y tangible en algunos lugares antes de su disolución final.

Me permito ahora repetir que no es el Alma ni el Espíritu de los difuntos los que se hacen visibles o se manifiestan de alguna manera en el mundo físico, sino sus expersonalidades. Estas mismas, por ser de naturaleza casi física, pueden manifestarse en este mundo de tres dimensiones muy especialmente en los primeros días de su fallecimiento. Así es como debemos entender el caso por usted relatado. Es claro que con las oraciones y rituales pudo alejarse el fantasma vengador.

No hay duda de que la sangre tiene un poder magnético muy especial. Con justa razón dijo Goethe: “este es un fluido muy peculiar”. El autor del “Zaratustra”, Federico Nietzche, dijo: “escribe con sangre y aprenderás que la sangre es Espíritu”.

Existe cierta relación entre el asesino y su víctima, debido a la sangre. Con el derramamiento de ese fluido vital, la víctima gracias a tal agente puede hacerse visible y hasta tangible delante de su asesino.

En el mundo oriental existen ciertas sectas de magia negra donde se invocan a los fallecidos: los fanáticos danzan en forma cada vez más frenética hiriéndose mutuamente con puñales. Es obvio que la sangre es vertida y mediante tal agente fluídico, los demonios invocados se materializan haciéndose totalmente visibles y tangibles en el mundo físico.

Es claro que tales hechiceros danzarines son candidatos seguros para el abismo y la muerte segunda.

He conocido casos muy extraordinarios de materialización. Hace ya algunos años, cuando estuvo por estas tierras mexicanas el Maestro Gargha Kuichines (Julio Medina), fuimos testigos de un caso de estos realmente insólitos. Sucede que ambos caminábamos por la avenida 5 de Mayo, cuando en una esquina vimos a un licenciado amigo, cuyo nombre no menciono, quien se dedicaba a las prácticas de Hata-Yoga.

Nosotros nos acercamos hasta él. Yo personalmente estrechándole su mano muy atentamente lo saludé, pues éramos amigos. Los tres estuvimos platicando en tal esquina; las gentes para no tropezar con el licenciado aquel, daban un pequeño rodeo. Nos despedimos; el licenciado siguió por la citada avenida, yendo hacia la Alameda Central. Como cosa extraña llevaba un sombrero blanco con cinta negra, cosa que no dejó de llamarnos la atención, pues él en su vida jamás usaba sombrero.

Yo expliqué a Julio Medina que no le había presentado al citado amigo debido a que consideraba que, como quiera que tal señor se dedicaba a la Hata-Yoga, no podría haber afinidad ninguna con ese sujeto.

Le aclaré diciendo que tal licenciado ocupaba la posición de juez y que alguna vez estuvo con nosotros estudiando Gnosis.

Luego continuamos nuestro camino.

Días más tarde, me encontré con mi amigo Salas Linares en el pueblo de Santiago de Tepalcatlalpan y le conté lo ocurrido.

Grande fue mi sorpresa cuando mi amigo me hizo saber que el mencionado licenciado con el cual me había encontrado en la avenida 5 de mayo, hacía ya varios días que había fallecido.

Luego puso cierto énfasis con el propósito de explicarme el caso. “Te encontraste con un muerto, –me dijo Alejandro–, hablaste con un fallecido”; cuando eso sucedió, el día de tal encuentro, ese difunto había muerto en un accidente automovilístico fuera de la ciudad de México, en el norte del país.

Como verán ustedes se trata de otra materialización y pienso que la expersonalidad de ese difunto fue realmente lo que se hizo visible y tangible al mediodía delante de todas las gentes y a la luz del sol.

3. - Usted, Maestro, ¿no podría distinguir al darle la mano si esa persona estaba viva o muerta?

R.- Distinguida señorita, quiero decirle a usted que la expersonalidad de un muerto es tan exacta a la persona física que vivía, que francamente no se nota ninguna diferencia entre vivos y muertos. Lo único que sí sentí un poco extraño fue la frialdad de aquella mano, frío propio de sepulcro, es claro, frío de cadáver. Hablaba aquel hombre con cierto tono un poco mortuorio y presentí algo sobre la muerte; sentí como si estuviera muerto, y en esto no me equivocaba.

Cuando yo enfatizo la idea de que es la expersonalidad de los difuntos lo que se hace visible y tangible, no descarto la posibilidad de que los desencarnados en sí mismos pueden también, en algunas ocasiones, materializarse en este mundo de tres dimensiones, en ausencia total de la expersonalidad funeraria.

4. - Cierta señora amiga mía un día me contó que cuando su padre falleció, su hermana se encontraba en la ciudad de los Ángeles de California, llegando a casa de su padre cuando ya éste estaba sepultado, por lo que no logró verlo.

Desde ese día, su hermana todas las noches se acostaba en la recámara de su padre y le pedía que se materializara para que lo pudiera ver.

Cierta noche, estando ella acostada, vio una mano que se posaba sobre uno de los muebles de la recámara, pegando un grito de espanto en el mismo momento que oía una voz que le decía: “No te asustes, María; soy yo, tu padre, que quise ver si podías soportar el verme totalmente, pero como veo que no es así, me voy y te suplico que no me llames más y me dejes en paz”.

Podría usted explicarme Maestro, ¿si fue el Alma o la expersonalidad del difunto la que se hizo visible y tangible?

R.- La pregunta de la dama aquí presente me parece ciertamente muy interesante. Quiero decirles a ustedes, mis amigos, que la expersonalidad de los difuntos normalmente vive en el panteón, aun cuando a veces se escapa de la fosa sepulcral para hacerse visible en algún lugar o simplemente para visitar a alguien.

Es incuestionable que en este caso del relato, no fue propiamente la expersonalidad del fallecido lo que se hiciera visible y tangible en parte, sino el fantasma del difunto, el Alma del fallecido. Así lo indica el discernimiento de aquel, sus palabras, su prudencia, etc.